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Efecto de la humedad en la aceituna

El efecto de la humedad en la aceituna: ¿Cómo impacta la lluvia en el olivar?

¿Cuál es el efecto de la humedad en la aceituna?

El olivar es, tradicionalmente, un cultivo propio del clima mediterráneo y, por tanto, es considerado de secano. Como consecuencia, las condiciones climatológicas más propicias para su desarrollo comprenden veranos secos e inviernos fríos con precipitaciones de carácter medio.

No obstante, esto no quita que, como cualquier especie del reino animal, tenga sus necesidades hídricas para desarrollarse. En qué cantidades y, sobre todo, en qué momentos se producen las lluvias es donde radica la clave para que una cosecha sea óptima.

De este modo, dependiendo de la fase del ciclo vegetativo en el que se encuentra el olivar, el efecto de la humedad en la aceituna es beneficioso o perjudicial:

  • Floración. Durante los meses de febrero a mayo tiene lugar la formación de las yemas y la consecuente floración. En esta época, por tanto, es importante que el campo reciba una alta dosis de agua; en caso contrario, se reduciría el proceso de fecundación y del número de flores y la cosecha de la siguiente temporada se vería notablemente mermada.
  • Cuajado. Entre mayo y junio, por su parte, se produce el cuajado de los frutos, lo que también requiere que se produzcan precipitaciones o, si no, gran parte de las olivas no llegarán a formarse, afectando a la producción de la cosecha.
  • Desarrollo. Una vez cuajadas las aceitunas, los meses de verano van a ser testigos del crecimiento de las olivas, para lo cual es necesario que el cultivo disponga de agua suficiente. Al ser la época seca del año, esta fase estará condicionada por las reservas hídricas de las que el campo ha hecho acopio el resto del año, pero si son escasas, las tormentas de verano serán muy beneficiosas. Ten en cuenta que, aunque las precipitaciones en los meses estivales suelen ser cortas e intensas, las altas temperaturas permiten que el exceso de agua se evapore, sin poner en riesgo la producción.
  • Maduración. Entre septiembre y noviembre se produce el momento más crítico para la lipogénesis del olivar, ya que es cuando se van a consolidar los porcentajes de agua y aceite de los frutos. Recuerda que una aceituna, cuando es cosechada, suele presentar un 50% de agua, un 25% de aceite y un 25% de materia seca (hueso y pulpa). Sin embargo, la ausencia de lluvias puede frenar la correcta maduración del fruto y la posterior calidad del aceite de oliva, mientras que un exceso de precipitaciones puede alterar este reparto, aumentando la presencia de agua sobre el aceite y disminuyendo el rendimiento de la cosecha. ¿Lo ideal? Un suministro abundante en septiembre, junto a unas semanas de sequía en octubre y noviembre.
  • Reposo. Tras la recolección de la aceituna y hasta la nueva floración, el olivar entra en un estado vegetativo donde el árbol se centra en recuperar nutrientes para el siguiente ciclo, entre ellos, las reservas hídricas, de modo que es importante también que las nubes hagan acto de presencia en el campo.

¿Qué pasa si llueve mucho?

Lógicamente, además del cuándo llueve, también es muy relevante el cuánto. En años muy lluviosos, en los que las precipitaciones no cesan durante semanas, no se producen buenas cosechas. ¿Por qué?

Por un lado, la concentración de agua en la tierra es un excelente caldo de cultivo para el ataque de hongos y plagas, que dañan las hojas de los olivos y ponen en riesgo la cosecha. Por otro, las fuertes precipitaciones en el campo crean cursos de agua que erosionan el suelo y generan encharcamientos en los cultivos que provocan la asfixia de las raíces.

¿Y si es un año muy seco?

En el caso contrario, aunque el sistema radicular de los olivos y la propia estructura de sus hojas están diseñados para soportar la sequía, periodos sin el efecto de la humedad en la aceituna comprometen la producción.

En este sentido, según una investigación del Departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba, una subida de 4 grados de temperatura reduce la cantidad de fruto, adelanta su maduración y provoca que se obtenga menos aceite. Una situación que, en los últimos años, se está agravando a causa del cambio climático, afectando a los niveles de productividad de las almazaras.

En Hacienda Guzmán no podemos controlar las fuerzas de la madre naturaleza, pero sí adaptarnos a ellas y utilizar diferentes técnicas para jugar con ese efecto de la humedad en la aceituna en tres niveles. El primero está relacionado con las parcelas, realizando un seguimiento de la explotación durante todo el año y seleccionando los olivos con mejor productividad y calidad del fruto. El segundo gira en torno a la aceituna, prestando especial atención al momento óptimo de recolección de la aceituna y apostando por una recogida en verde y manual. El tercero versa sobre la selección de los mejores aceites, mediante un exhaustivo proceso de análisis y cata.

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